Todo tiene un final, pensándolo bien todo empieza porque es de suponer que esto mismo acabará.
Hay finales amargos, finales pactados, finales de perdidas y de ganancias, miles y miles de finales los cuales solo tienen una cosa en común y es que, después de este, algo nuevo viene.
Siempre es difícil decir adiós a algo que estaba adherido a ti, a tu rutina, a lo que forma parte de tu vida y que por más que intentas será imposible de olvidar.
Pero en la vida hay millones de puertas, muchas que te dan la oportunidad de abrirse solas, y otras que tienes que encontrar la llave que la abre.
Siempre que ocurre un final, sea cual sea, tienes que buscar esa puerta para abrirla, traspasarla, cerrarla y nunca más volverla a abrir.
Porque un final es eso, algo que se queda en tu corazón por siempre.
Cuando esto ocurra asegúrate de dos cosas: Una, que nunca olvides que está ahí, y dos, que nunca intentes darle un principio a ese final.
Lo bien hecho, bien parece.*
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